Microbiota y Salud Mental: El Papel del Eje Intestino-Cerebro
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Cuando se habla de “microbios o microorganismos”, pensamos de inmediato en infección o contaminación o enfermedad, ya que eso es lo que se ha relacionado por muchos años, sin embargo, actualmente la ciencia nos muestra una realidad diferente.
Nuestro cuerpo es una simbiosis de bacterias, hongos, virus, arqueas, que forman la microbiota y constituyen el microbioma de todo el organismo, pero el lugar más estudiado ha sido la microbiota intestinal.
A pesar de que la mayor parte de la investigación se ha centrado en las bacterias intestinales, recientes hallazgos destacan que los hongos intestinales también son importantes en la maduración y el correcto funcionamiento del eje intestino-cerebro y pueden tener un efecto de gran alcance sobre el intestino a nivel sistémico.
Los hongos intestinales emergen como un posible objetivo en la prevención y el tratamiento de enfermedades digestivas e incluso neurológicas, participando en la mantención del eje microbioma-intestino-cerebro en buena forma. Entre las formas más estudiadas en las que el microbioma intestinal se comunica con el cerebro se incluyen los neurotransmisores, el sistema inmunitario intestinal y los metabolitos derivados de los microorganismos (ácidos grasos de cadena corta, como ac. Butírico, propiónico y acético).
Los SCFA (ácidos grasos de cadena corta, por sus siglas en inglés) son ácidos orgánicos alifáticos saturados que constan de uno a seis carbonos; acetato, propionato y butirato son los más abundantes y están presentes en el colon y las heces. Los SCFA o AGCC son producidos por las bacterias intestinales a través de la fermentación sacarolítica de carbohidratos que escapan a la digestión y absorción en el intestino delgado.
La cantidad y el tipo de fibra consumida tienen efectos significativos en la composición de la microbiota intestinal y, por lo tanto, en el tipo y la cantidad de SCFA producidos.
Los AGCC podrían influir directamente en la función neuronal al reforzar la integridad de la barrera hematoencefálica, modular la neurotransmisión, influir en los niveles de factores neurotróficos y promover la consolidación de la memoria. Cada vez hay más evidencia que sugiere un posible papel clave de los AGCC en la señalización del eje intestino-cerebro.
Los microorganismos de la microbiota constituyen un órgano y desempeñan funciones que permiten un buen metabolismo y contribuyen a la salud.
En el intestino ayudan a digerir la fibra, producir nutrientes esenciales (como ácidos grasos de cadena corta, vitamina K y la mayoría de las vitaminas del grupo B), entrenar nuestro sistema inmunitario y protegernos de patógenos dañinos siempre que cada microorganismo se encuentre en el lugar adecuado, y en equilibrio.
Es importante considerar que cada persona posee su propia microbiota y que pueden reaccionar de forma diferente a distintos alimentos y suplementos.
Una de las áreas que más se investiga es la conexión entre el intestino y el cerebro.
Los microbios del intestino están constantemente hablando con el cerebro, lo que influye en el estrés y en las emociones. En la conexión intestino-cerebro también están involucrados el nervio vago, las hormonas, las células inmunitarias y los metabolitos: todos ellos forman un equipo que hace posible la comunicación bidireccional entre el intestino y el cerebro.
En los últimos años se han realizado muchos estudios que comprueban la enorme importancia que tienen los billones de microbios de nuestra microbiota, especialmente los que residen en nuestro tracto gastrointestinal en todos los aspectos de nuestra vida (Yong, 2016).
El rol fundamental del microbioma (material genético que codifica nuestra microbiota) en la regulación de la inmunidad se conoce desde hace décadas, pero la relación de la microbiota con otros sistemas del organismo es relativamente nueva.
Estudios de Bailey y Col. En 1999 y de Savage en 1974, en ratones, y la publicación de Sudo y Col. En 2004, ya aseguraban que cuando existía deficiencia de microbiota (libres de gérmenes), se detectaban alteraciones cerebrales y una respuesta alterada frente al estrés. Estos estudios fueron motivadores para que varios grupos de investigadores se interesaran por estudiar la importancia de la relación entre el microbioma y la microbiota con el sistema inmune, el cerebro, (Gaykenma et al., 2004; Goehler et al.2008; Lyte et al. 2006), concluyendo que se ha encontrado evidencia que indica que el sistema inmunitario es clave en su relación con el microbioma, el cerebro y el comportamiento (Bailey, 2010; Cryan, 2017).
En la última década se han realizado estudios avanzados en humanos, que han validado dicha relación (Collins y Bercik, 2013; Mayer et al, 2014; Pinto-Sánchez et al., 2017; Tillisch et al., 203)
En el campo de la psiconeuroinmunología se ha evidenciado los efectos del estrés y de los trastornos emocionales en el sistema inmunitario, así como señalan dos etapas del ciclo vital (infancia y vejez) como claves en la influencia de las interacciones cerebro/intestino (Gur et al. 2017)
Estos hallazgos sugieren que el microbioma puede tener que ver en el desarrollo de la demencia, el autismo y otros trastornos. No obstante, todavía no sabemos si la alteración del microbioma es la causa de las enfermedades cerebrales o, meramente, una consecuencia.
La dieta es uno de los factores más importantes en la regulación de la composición del microbioma (Cani y Everard, 2016; Sandhu et al., 2017). Por lo tanto, esta ha sido una relación de gran interés para los investigadores. Davis et al. Demostraron en 2017 que ácido graso omega 3 (DHA) podía reducir el comportamiento ansioso en ratones machos.
Muchos estudios posteriores han destacado el papel de la dieta en el microbioma y la función cerebral y se han desarrollado estudios en el uso de prebióticos y probióticos para modular las funciones de la microbiota intestinal.
Los prebióticos se han investigado ampliamente y se ha demostrado que podrían influir en los resultados cognitivos al modular el eje microbiota/ intestino/ cerebro.
Según la ISAPP (International Scientific Association for Probiotics and Prebiotics, 2017), un prebiótico es un sustrato que es utilizado selectivamente por microorganismos beneficiosos del huésped y que produce un efecto positivo en la salud. Dentro de esta categoría se incluyen, por ejemplo, los fructooligosacáridos (FOS), la inulina y los galactooligosacáridos (GOS).
Un nuevo ensayo controlado aleatorio descubrió que una mezcla prebiótica con inulina y fructooligosacáridos (FOS) durante 12 semanas puede mejorar la cognición y es bien tolerada en voluntarios sanos mayores de 60 años, junto con una intervención de proteínas y ejercicios de resistencia. En general, el nuevo estudio aporta evidencia sobre los efectos beneficiosos de los prebióticos en el sistema microbiota-cerebro de adultos mayores para mejorar la cognición.
Al respecto, parece razonable promover una dieta basada principalmente en alimentos vegetales no procesados, con algunos alimentos fermentados, para el mantenimiento de la salud mental en adultos mayores.
En la actualidad, la comunicación entre los microorganismos del tracto gastrointestinal y el cerebro a través del eje intestino-cerebro ha cobrado importancia como un objetivo potencialmente viable para modular la salud cerebral. La composición y la función de la microbiota intestinal se ven fuertemente influenciadas por factores dietéticos que alteran la señalización intestino-cerebro.
Se demostró en animales, que existe impacto de los prebióticos y probióticos en patologías cerebrales, conductuales e inmunitarias. Esto ha llevado al surgimiento del concepto de psicobióticos (Sarkar et al., 2016). En humanos, algunos estudios sugieren que prebióticos y probióticos son capaces de afectar la conducta. (Allen et al., 2016; Schmidt et al., 2025; Steenbergen et al,. 2015(; Tillisch et al., 2023)
Los psicobióticos se definen como probióticos que, al ingerirse en una cantidad determinada mediante la interacción con bacterias intestinales comensales, aportan beneficios a la salud mental del huésped. Se ha descubierto que estas bacterias proporcionan sus beneficios principalmente a través del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HHA), la respuesta inmunitaria y la inflamación, y la producción de neurohormonas y neurotransmisores.
El consumo de psicobióticos podría considerarse una opción viable para cuidar y restaurar la salud mental, sin efectos secundarios indeseados, y presentando un menor riesgo de alergias y menor dependencia en comparación con los psicofármacos.
Por otra parte, se ha relacionado cada vez con mayor frecuencia la microbiota orofaríngea e intestinal con la esquizofrenia (Dickerson et al., 2017). También se asoció el trastorno bipolar con cambios significativos en la microbiota.
Consumir alimentos ricos en fibra
Incluir alimentos fermentados naturales
Aumentar la variedad de alimentos vegetales
Consumir prebióticos
Incorporar probióticos o psicobióticos según necesidad
Reducir alimentos ultraprocesados
Mantener niveles adecuados de omega-3
Evitar antibióticos innecesarios (ya que afectan la diversidad bacteriana)
Manejar el estrés crónico
Dormir bien y mantener actividad física regular
Hidratarse adecuadamente
La relación entre los microorganismos intestinales y la salud mental ha sido estudiada desde hace muchos años y es una larga historia. Si bien los científicos aún desconocen los mecanismos exactos implicados en la manera en qué ellos dan forma a los trastornos de salud mental como la ansiedad o la depresión, estudios emergentes sugieren que seguir una dieta equilibrada podría mejorar nuestro estado de ánimo.
Esto significa que al elegir una dieta rica en frutas, verduras y pescado, aumentan nuestras posibilidades de evitar trastornos de salud mental como la depresión. También se ha estudiado los beneficios del ácido graso omega 3, especialmente del DHA, de los prebióticos y probióticos, y de las fibras alimentarias como inulina y betaglucanos.
Se ha demostrado que las bacterias probióticas específicas influyen en las funciones cerebrales, lo que nos lleva al concepto de psicobióticos, que incluyen probióticos y prebióticos, junto con otros medios para actuar sobre el microbioma en beneficio de la salud mental. Aunque aún no es posible aplicar a la vida cotidiana los prometedores avances recientes en el uso del microbioma intestinal para abordar los trastornos psiquiátrico, una mejor comprensión de la importancia del intestino como impulsor de la salud mental y los tratamientos centrados en el microbioma intestinal podrían ayudar a mejorar el cerebro y la salud mental y predecir qué pacientes responden mejor a las intervenciones médicas y nutricionales.
Se anticipan algunos avances en la micobiota (hongos) intestinal, que aún son iniciales y que a futuro podrían ser relevantes.